Relato sin nombre – Parte 1
Relato sin nombre – Parte 2
Relato sin nombre – Parte 3
Relato sin nombre – Parte 4
Relato sin nombre – Parte 5
Una de esas fiestas a las que todo el mundo se auto-apunta y en la que nadie sabe con seguridad qué se está celebrando, pero la música suena y el alcohol discurre con facilidad, no hace falta nada más, ni motivos ni razones.
Allí estaba él con sus amigos, hablando de cómo acabaron la última vez en una fiesta por el estilo, tan alcoholizados que invitaron a los policías que los pararon a unas copas. Entre risas se distanció del grupo en busca de uno de esos sandwiches que en alguna parte distribuyen, que desaparecen al instante y que empiezan a convertirse en un mito. La gente no parecía mostrarse colaboradora, cruzar la sala suponía apartar y esquivar personas que se movían peligrosamente balanceando sus bebidas en un desafío hacia la mecánica de fluidos.
De entre todas aquellas personas que voceaban, que reían o que simplemente permanecían de pie, se encontró sin esperarlo con ella, la chica que se despidió de él hacía ya dos años, la que había marcado un antes y un después en aquel recóndito lugar donde guardaba lo más personal que tenía.
Ella también lo vio y, aunque él no apartó los ojos de su rostro ni un solo segundo, fue perfectamente capaz de discernir su brazo agarrando al de su acompañante masculino. Unos segundos de tensión donde el silencio inexistente pareció emerger para ambos.
Mantuvieron una escueta conversación de unos minutos, distanciada, simbólica e insulsa pues el momento no era el adecuado para ponerse al día, había demasiado ruido, gente de más y un supuesto novio presente y atento a las palabras y gestos que aquellos dos intercambiaban. Se despidieron como amigos ocasionales y cada uno volvió a lo suyo.
Se sintió contento de haberla visto de nuevo, estaba espléndida y en sólo unos segundos fue capaz de recordar aquello que tanto le gustó de ella, esa forma apacible de aguardar sus palabras, como si fuese capaz de esperar eternamente a que él pudiese encontrar la palabra perfecta para expresarse. Se recordó así mismo lo difícil que era encontrar a alguien que te escuchase de esa forma, pero tampoco la añoró por ello, en realidad no experimentó ningún sentimiento de tristeza por su reencuentro, algo que, algún tiempo atrás, no hubiese sido igual.
Atrás quedaron sus noches llenas de pensamientos confrontados, cargados de sentimientos que perduraban más allá de su voluntad y que tantos altibajos emocionales le causaron en su vida cotidiana. Le costó su tiempo aceptar las cosas y más aun sacar fruto de ello, todo esto mientras se reincorporaba a su antigua vida en solitario y recuperaba el devaluado valor de sus objetivos en la vida.
Quizás por esto último no se sintiese completamente satisfecho consigo mismo, no sentía haber avanzado en su pequeña existencia, sólo percibía haber aprendido lo que era capaz de recibir y dar, comprobando sus límites, saboreando el agridulce mundo que se crea entre dos personas realmente unidas.
– Podría estar reflexionando durante horas sobre mi mismo pero seguiría sin encontrar los dichosos sandwiches, damn.
Ala! Por fin el reencuentro, sin beso de pasión ni nada! Bueno, tengo paciencia, todo llegará.
@pausem : difícil está el asunto 🙄
¿Es que hay algo más importante que un buen sandwich?
No hay nada peor que reflexionar con el estómago vacío, pero parece que el prota se dispone a arrancar de nuevo…
Un bico
@Jake : también depende de qué sea el sandwich, pero por regla general no hay nada más importante 😛
@Tuxina : cuando yo tengo el estómago vacío simplemente estoy incapacitado para cualquier tarea.
¡Menos reencuentros y más comida!
Muy chulo el relato 😛 Me gusta como escribes.
@Lazaro : gracias 😀