A diario ocupas tu pensamiento con multitud de información que te llega y que generas por ti mismo. Existe información irrelevante que no tiene mayor ocupación que el mero espacio temporal que ocupa, es decir, el segundo que tarda desde que entra por un oído y sale por el otro. Pero en el otro extremo tenemos aquel pensamiento recurrente que prevalece y que, curiosamente, le gusta cobrar protagonismo cuando estás a otras cosas.
Aquí es donde llegamos al juego de las caretas, donde una persona interactúa contigo y esconde algo. El qué no lo sabes pero sí que reconoces una expresión facial diferente a la habitual, un algo que no te dice pero que está ahí. Quizás no va contigo o quizás sí, pero te activa la neura de qué habrás hecho o dicho o no-dicho. Peor todavía, qué información le habrá llegado a esa persona sobre ti y que desconoces.
Podrías seguir con tu vida ignorando estos hechos pero no es así cómo funcionan las neuras.