Reflexiones

Youtube Shorts

Abres Youtube y te encuentras una hilera llena de vídeos grabados en vertical al más puro estilo Tik Tok que han llamado Shorts. Tiene la particularidad de tener scroll infinito para que te quedes enganchado viendo a gente haciendo payasadas sin gracia y a otros individuos explotando a sus hijos por unos tristes likes. También está el caso de los «guapos» talentosos, que tristemente tienen que enseñar cacho para llamar la atención cuando lo que se les da bien es tocar un instrumento o pintar.

Debo de estar muy viejo para esta clase de contenido y el haber conocido «El Internet de Antes®» igual me da una perspectiva muy condicionada, pero es infumable, cada vez me da más urticaria navegar por la red.

Publicidad siempre hemos tenido en Internet, desde los famosos pop-up hasta los banners hechos en flash con música automática, pero el contenido estaba justo ahí. Ahora lo que encuentras son decenas de páginas que se copian unas a otras con sus enlaces referidos o con sus patrocinadores, y el contenido es simplemente genérico, es una mera excusa para colarte lo anterior. Al final, lo único que tienes es una red inundada de porquería inútil en la que todo el mundo pretende hacerse rico.

Es un poco decepcionante y al final no sales de las cuatro webs habituales donde encuentras tus intereses. Habría que montar una red paralela en la que toda esa morralla no tuviese cabida…

 

 

Caretas

A diario ocupas tu pensamiento con multitud de información que te llega y que generas por ti mismo. Existe información irrelevante que no tiene mayor ocupación que el mero espacio temporal que ocupa, es decir, el segundo que tarda desde que entra por un oído y sale por el otro. Pero en el otro extremo tenemos aquel pensamiento recurrente que prevalece y que, curiosamente, le gusta cobrar protagonismo cuando estás a otras cosas.

Aquí es donde llegamos al juego de las caretas, donde una persona interactúa contigo y esconde algo. El qué no lo sabes pero sí que reconoces una expresión facial diferente a la habitual, un algo que no te dice pero que está ahí. Quizás no va contigo o quizás sí, pero te activa la neura de qué habrás hecho o dicho o no-dicho. Peor todavía, qué información le habrá llegado a esa persona sobre ti y que desconoces.

Podrías seguir con tu vida ignorando estos hechos pero no es así cómo funcionan las neuras.

OK boomer

Una increíble dialéctica, un razonamiento atronador, quizás un giro argumental esmatoplástico o simple lógica aplastante para llegar a una retórica sin igual y un juicio fuera de lo normal, pero no, hoy en día hemos llegado a zanjar una conversación con un insulso «OK boomer». Nada más, sin adornos ni florituras.

¿Dónde quedaron los hilos de discusión llenos de bilis y acidez estomacal? Y no hablo del mundo «troll» y sus falacias lógicas, sino de gente que realmente cree en lo que piensa y no tiene reparos en expresarlo.

Hay quien se levanta por las mañanas pensando en tomarse su café para retomar su rutina como una persona normal, pero los hay que necesitamos de un poco de ideas contrapuestas expresadas en palabras que hagan subir la tensión arterial para tener ese subidón de adrenalina en sangre. Pero no, hoy en día si no piensas como yo es que estás anticuado, eres un boomer y no pienso perder el tiempo en que lo entiendas.

Si no somos capaces de expresar lo que pensamos ¿realmente somos conscientes de aquello en lo que pensamos?

Que igual todo esto tiene muchas más variantes:

  • Eres un «troll» -> OK boomer.
  • No tengo tiempo de explicártelo -> OK boomer.
  • No sé explicártelo -> OK boomer.
  • No me gusta lo que dices -> OK boomer.
  • Pareces viejo, ni te escucho -> OK boomer.
  • No me molestes -> OK boomer.

Quizás la explicación más lógica es que me esté haciendo viejo.

Vamos de compras

Cuando me decido por comprar un producto normalmente es después de haber hecho una investigación tan minuciosa como su coste económico supone. Dentro de esa investigación seguramente encuentras opiniones de todos los tipos y utilizas tu experiencia para ir descartando opiniones pagadas, gente que no saber hacer una O con un canuto, etc.

Dentro de todas esas opiniones y análisis provechosos debes tener en cuenta que quizás tus preferencias no sean las mismas que las de todo el mundo, puede que antepongas la estética del producto a su utilidad o todo lo contrario. Dicho esto y sopesando los pros y los contras acabas tomando una decisión por un producto o generando más confusión e indecisión. Esto último suele ocurrir porque no has madurado lo suficiente la idea y necesitas seguir dándole vueltas.

Después de toda esa ardua investigación y horas invertidas en decidirte, compras tu producto y lo disfrutas. Pero la cosa no queda ahí, porque estás tan a gusto con tu decisión que sientes la necesidad de compartir tu felicidad y ayudar a otros a tomar su elección, aunque más bien es que acaben tomando la misma decisión que tú. Es ahí cuando te convierte en un potencial fanboy. Y digo potencial porque, aunque no lo seas, los que no estén de acuerdo contigo te lo reprocharán.

Imagina que te compras un flamante Macbook Pro de 16″ por 2.699€ con las siguientes características (equipo más básico):

  • Intel Core i7 de seis núcleos a 2,6 GHz de novena generación (Turbo Boost de hasta 4,5 GHz)
  • 16 GB de memoria DDR4 a 2.666 MHz
  • AMD Radeon Pro 5300M con 4 GB de memoria GDDR6
  • 512 GB de almacenamiento SSD
  • Pantalla Retina de 16 pulgadas con True Tone
  • Cuatro puertos Thunderbolt 3
  • Touch Bar y Touch ID
  • Teclado retroiluminado – Español

Pues es una bestia parda que puede moverlo todo y donde MacOS se mueve a una velocidad increíble. Por supuesto que lo vas a recomendar, solo un hater (lo contrario a fanboy) podría discutir que no es la mejor opción. Bueno, un hater y quizás cualquier otra persona que valore ciertos aspectos de forma distinta a la tuya. Quizás cualquier persona que vea el precio del portátil y se le ocurran tres marcas diferentes sin echar mano de Internet que ofrezcan mayor hardware por bastantes cientos de euros menos. Pero cuidado, tú estás ahí para contarle a esas personas que la experiencia que ofrece Apple es maravillosa, que todo el I+D de sus productos se convierte mágicamente en un incremento de productividad en el usuario final, que su diseño exquisito marca tendencia y su ecosistema lo convierte en indispensable. Es más, cualquier persona que intente negar lo anterior es porque no puede desembolsar el dinero que cuesta, seguramente porque solo utiliza su equipo para consultar Facebook, que si fuera un verdadero profesional invertiría sabiamente su dinero en este equipo.

Entonces en qué quedamos ¿es un buen portátil? ¿me lo compro? Bueno seguro que es y caro también. Fanboys y haters siempre van a haber de una u otra marca (¿alguien dijo Intel y AMD?), pero por donde no paso es por el ecosistema cerrado de Apple. Si quieres interoperabilidad entre tus equipos necesitas que todo sea de Apple, a pesar de que en ciertos ámbitos ofrezca equipos muy inferiores. Esa falta de libertad para mi es lo más rastrero y menos atractivo de los productos de la marca, que me obliguen a usar hardware concreto (no por limitaciones técnicas sino por beneficio de Apple) y decirme qué tengo o no que hacer con ellos me pone de muy mal humor, por mucho que me intenten decir que es por mi bien y que ellos lo saben mejor que yo.

Proyectos propios

Trabajar es trabajar, muchas veces no lo haces por gusto sino por necesidad. Por eso, muchas veces pienso en lo gratificante de llevar adelante tus propios proyectos sin pensar en tiempos de entrega, en monetizarlo ni en nada más que el simple hecho de disfrutar con ello. Llevo mucho tiempo sin hacerlo porque tengo remordimientos de emplear tiempo en esa clase de proyectos y quitárselo a otras cuestiones que tienen mayor relevancia para mi futuro.

Aquí es donde llega el problema: quiero hacer A para disfrutarlo pero tendría que hacer B para mejorar mi futuro, por lo que no hago ni A ni B y acabo haciendo C para apaliar la sensación que me producen ambas. ¿Tiene lógica? Muy en el fondo lo tendrá pero, igualmente, me causa una fuerte sensación de procastinación que no me deja descansar la mente y voy día tras día trasladando esa sensación de culpabilidad.

¿Por qué no hacer B de una vez y dejarlo aparcado? Porque nada me promete que emplear todo mi tiempo en sacar B vaya a dar sus frutos. De ahí que acabe replanteándome mi devenir, algo que hace que me refugie en C.

Espera un poquito más

Estás sentado tranquilamente en la sala de espera de la consulta de tu dentista, leyendo una de aquellas revistas que suelen tener por ahí porque agotaste la batería de tu móvil durante la espera. Piensas que tienes suerte de haber establecido la cita con una semana de antelación y que tuviste la precaución de elegir la primera hora de la mañana para hacerlo pero allí estás, esperando desde hace tanto tiempo que tienes miedo a convertirte en uno de aquellos títulos que tienen colgados en la pared: doctorado en odontología, primer premio en arqueología dental, segundo premio al percutor más preciso y un largo etcétera.

Quizás se te cruce por la mente que han tenido que atender una urgencia, que alguien lo estaba pasando tan horriblemente mal que acudió a la consulta antes de que abriese, que por casualidad estaba el dentista preparado y que lo atendió sin mayor dilación. Deben llevar como 5 horas de operación a boca abierta y lo único que no te cuadra es que 5 horas de boca abierta supone tal cantidad de baba que el aspirador que utilizan estaría pidiendo un reemplazo.

Para aliviar tu frustración intentas ocupar tu mente en diversos ejercicios intelectuales, desde calcular el coste de enmarcar todos aquellos títulos hasta el de psicoanalizar al resto de gente que espera allí mismo contigo. Está el típico que se coge la boca con una mueca de dolor a intervalos regulares, otro que habla de los dentistas como si fuesen mecánicos mientras admira su dentadura postiza desde el envase de plástico que ha traído y el que lleva una cara de empanado y sueño que eres tú.

De pronto, una de las auxiliares entra en la sala con una máscara puesta y pronuncia tu nombre, dos veces que lo hace porque no se le entiende nada con aquello en la boca y tu entumecimiento mental. Se te iluminan los ojos, tu espera ha terminado. Te hacen pasar a una de las consultas y te sientas en aquel sillón, un sillón que debería ser cómodo y tiene pinta de serlo pero no lo es, quizás porque los pacientes se sientan en él más tiesos que un palo.

Para cuando te das cuenta han pasado 30 minutos de reloj, sigues sólo en la consulta explorando una y otra vez los pósteres y maquetas de dientes y muelas con diversas malformaciones. Llega el dentista con calma, piensas que te va a hacer entrega de un título honorífico en odontología pero no, simplemente te hace abrir la boca y decirte que todo está bien, que dentro de seis meses vuelvas a por otra revisión. Antes de que puedas preguntarle si la espera la puedes hacer fuera de la clínica él ya se ha desvanecido cual ninja.

Si tú le has durado 3 segundos apurados, al paciente anterior de 5 horas le ha debido hacer una catedral dental sobre las muelas del juicio. No tiene más explicación.

Tiempo libre

Cuando estás llevando a cabo numerosas tareas que parecen no tener fin, no haces más que imaginarte qué estarías haciendo si tuvieses tiempo libre. Sin embargo, cuando dispones de ese tiempo, decides malgastarlo sin saber qué hacer, navegando sin rumbo entre páginas webs que no te aportan nada, consultando tontamente el móvil y con una profunda sensación de vacío.

Muchas veces es difícil encontrar la energía necesaria para proponerte un proyecto nuevo a desarrollar en tu tiempo libre. La falta de motivación es el peor aliado que puedes encontrar en el aburrimiento.

Punto y aparte

Múltiples salidas y opciones. Todas ellas te dan la sensación de otorgarte algo mejor, algo distinto, pero en tu interior quieres pensar que no es así, que ningún cambio hará que las cosas vayan a mejor, que todo es una ilusión.

¿Cuánto cuesta poner un punto y aparte en tu vida? Un punto de inflexión que cambie el rumbo de tu existencia acarrea alteraciones más allá de tu propio yo, afecta a las personas de tu alrededor. Ser capaz de llevarlo a cabo aún siendo portador del sentimiento de culpabilidad que todo ello conlleva no es fácil, es una carga muy pesada.

¿Y el fracaso? El mirar atrás y ver que aquello que tenías era mejor, que no conseguiste obtener aquello que ansiabas y destrozaste todo lo que habías construido. Ese es un precio muy alto, mayor del que más de uno querría pagar.

Quizás es momento de averiguar cómo llegaste hasta ese punto, ver el error que cometiste para desear un punto y a parte.

La mala suerte

¿Existe la mala suerte?

Ésta es una pregunta controvertida, como del estilo de «¿Existe el destino?» o «La tortilla ¿con cebolla o sin ella?». Aunque para algunos estas preguntas tienen una respuesta clara, a veces ciertas situaciones nos hacen dudar. Y no hablamos de los típicos personajes con suerte que ganan la lotería y que ostentan cargos políticos, no, hablamos de gente con una flor en el culo (los agraciados) y aquellos que nacieron estrellados (los pringaos).

Podemos pensar que aquellos que no tienen éxito en sus acciones es porque no se esfuerzan lo suficiente, porque no son lo suficientemente precavidos o porque no saben arriesgar en el momento oportuno. Pero qué ocurre cuando son factores externos los que intervienen en la vida de estas personas y dicen «Hola, soy un factor externo y vengo a hacerte agonizar. Porque sí.». Y no ocurre una ni dos veces, es un flujo continuo que te hace olvidar aquella sensación de cuando algo sale bien.

Por otro lado, admitir que existe la suerte o la carencia de ésta sería casi casi como decir que crees en el destino y eso sí que da para escribir un libro.

Límites de velocidad

Imaginad que vais conduciendo por la autovía a 120Km/h y que adelantáis a aquellos vehículos que circulan ligeramente más lentos que vosotros.

A la altura de una limitación de velocidad de 100Km/h vosotros adaptáis el ritmo a lo que marca la señal. Mientras lo hacéis, no dudáis en pensar en el por qué de esa limitación habiendo tres carriles para el mismo sentido en línea recta, pero acatáis con ello.

De pronto veis cómo todos los coche que habíais adelantado os van pasando por al lado sin pestañear porque ellos no han variado su ritmo.

Sobra decir que, una vez que la limitación sea de 120Km/h volveréis a verlos cuando os toque adelantarlos.

El Pasajero Oscuro

El oscuro pasajero es el libro en el que se basó la serie de televisión Dexter y además de ser el título tiene un significado peculiar.

A lo largo de la serie se plasma el significado de llevar un oscuro pasajero como aquello que existe en nosotros y que, por mucho que intentemos ocultarlo a los ojos de los demás y propios, siempre acaba por aparecer.

Pues bien, una amiga me desveló que ella, en vez de llevar un oscuro pasajero, llevaba una pasajera bocazas y siempre hacía aparición para su posterior arrepentimiento.

De lo que no estoy seguro es de si también coleccionará en placas de Petri la saliva del momento.

El efecto pigmalión

Hasta hace un tiempo desconocía que las presiones que recibimos de forma externa y que parecen dictar lo que tenemos que hacer tuviese un nombre específico: efecto pigmalión.

Básicamente dice que te comportas de cierta forma porque es lo que se espera de ti. Las personas que te rodean como tu familia, tus amistades y el entorno contribuyen de forma importante en tu forma de ser y actuar.

Si una persona importante para ti espera que seas capaz de hacer algo y así te lo comunica (de una u otra forma), al final pondrás todo tu empeño en satisfacer esa meta y así conseguir la satisfacción personal de lograr la aprobación de esa persona.

Por otro lado, si esa misma persona importante realiza lo contrario, es decir, te transmite la imposibilidad de que seas capaz de conseguir algo, seguramente ni lo intentes.

Pero, lo que me parece curioso, es cuando se espera poco de una persona y, por ello, ésta se propone y logra superar esas expectativas a modo desafiante.

Y en todo esto los profesores tiene una herramienta importante para conducir a sus alumnos a las metas deseadas.

Ricos cutres

Es muy frecuente, a pesar de la época de crisis que vivimos, ver pasar coches caros (BMW, Mercedes, Porsche, etc.) conducidos por personas que, al volante, deciden usar el teléfono móvil con una mano cuando son llamadas y con las dos, poniéndolas sobre el volante, si es un mensaje de texto.

Siempre me asalta la misma pregunta a la cabeza: ¿por qué tienes dinero (más de 50 000€) para comprar un coche caro y no te instalas un sistema de manos libres o aprendes a usarlo? Y ¿por qué mandas un puñetero SMS que es más peligroso que una llamada? no irás a preocuparte por el saldo ¿no?

A ver si alguien me puede ayudar a entenderlo.