Reflexiones

Canciones

¿Sabéis de esas canciones que oyes y, a primera escucha, te gusta y la pones repetidas veces hasta que llega un punto en el que no la quieres volver a escuchar nunca más en tu vida?

Pero en cambio, otras muchas canciones te gustan indistintamente de las veces que las hayas escuchado, son tus favoritas. Quizás son para escucharlas en momentos concretos, para hacerlo de forma detenida y profunda, otras para rellenar el silencio sin prestarle más atención de la necesaria, pero ahí están, repitiéndose a lo largo de tu vida hasta el fin de la misma y que, aunque sean olvidadas por un tiempo, siempre son bienvenidas de nuevo.

Pues con las personas suele pasar lo mismo.

La felicidad postergada

Nos dicen que nos apliquemos desde pequeños, que trabajemos duro para tener un mejor futuro y que posterguemos la felicidad para más adelante, para cuando nos hayamos asentado en la vida, que siempre habrá tiempo para ser feliz y disfrutar del mundo.

Pero nadie nos dice que probablemente no te asientes en la vida jamás, que puede que vayas dando tumbos de aquí a allí, entre trabajos, estudios y demás presiones. Al final, lo único que puedes hacer es soñar con que un día tendrás «tu vida» y podrás sonreír cada mañana por haber conseguido aquello que tus padres deseaban por ti.

Pero ¿qué hay de lo que tú deseas o deseabas, qué sucede cuando trabajas con fuerza y no ves ningún resultado de vuelta, algo que puedas disfrutar? Lo más probable es que te hundas, porque seguramente te ves incapaz de alcanzar la perfección que se te ha puesto ante tus ojos y que nunca deja de ser cada vez mayor cuanto más cerca estás.

Disfruta de lo que tienes hoy, pero no pierdas de vista tu plan de futuro.

Vivo engañado

Hoy he llegado al trabajo enturbiado por las terribles cosas que me pasan, aun sin llevar pantalones blancos, pero nada me quitaba de la cabeza que hoy era jueves y mañana viernes.

Hasta las 20:33 no me he enterado que hoy era miércoles, que aun quedaban dos días laborales en lo que emplearse. Quizás era el cansancio de una semana de dormir poco y hacer mucho que me tenía en un jueves ficticio. Lo más curioso es que los miércoles hago cosas totalmente diferentes a los jueves, pero no sé por qué no me resultaba extraño.

Espero dormir esta noche lo suficiente para coger fuerzas para disfrutar del viernes tarde, justo ese momento en el que dices adiós al trabajo por unos días.

La edad

Parece ser que he heredado dos elementos relacionados con la edad, relativamente contradictorios, por parte de mi padre.

Uno de estos elementos es la apariencia joven a la que todo el mundo parece llevar a error cuando intentan hacer una estimación de datación sin emplear radiocarbono. Es decir, es habitual que me estimen una edad de entre 5 y 8 años menor que la que tengo en realidad. Esto puede resultar aparentemente beneficioso, pero los porteros de los pubs me miran con la intención de pedirme el DNI, menos mal que siempre voy acompañado con gente que aparenta tener la edad que tiene y no me dicen nada.

El otro elemento heredado es la aparición de canas a una edad temprana que contrastan con el hecho de que me vean más joven de lo que soy.

Obviamente no me voy a quejar, pues conozco gente con mi edad o menos que parecen mucho mayores y, aunque no tienen canicie, se están quedando calvos.

Ignorado

A veces el mundo confabula en tu contra y decide hacerte vacío simulando que no lo hace a posta. Muchas de esas ocasiones es por algo que has hecho, dicho o incluso escrito. Este es el caso de Onir.

Gozaba de buena salud blogueril, todo eran entradas y comentarios con pizcas de spam por aquí y por allá, todo bajo control. Sin embargo, un día el mundo le dio la espalda, su blog desapareció de la blogosfera y él se preguntaba el por qué de aquello.

Por su mente pasaban varios motivos: no actualizaba el blog muy a menudo, escribía cosas técnicas de programación, restregaba en cuanto podía su Mac y, sobretodo, hablaba bien de Microsoft. Este motivo, sin lugar a dudas, fue el que hizo que Google Reader dejara de acogerlo en su seno y lo desterrase a /dev/null. De ahí que nadie recibiese notificaciones de las nuevas entradas que escribía salvo Inagotable, que por su mala suerte (de la que hablaremos otro día) sí que lo hacía.

Ahora todos pensaréis que si Google no lo quería porque hablaba bien de Microsoft, al menos Bing sí que lo incluiría gustosamente, pero no, porque de todos es bien sabido que Bing le copia los resultados a Google.

Así que sólo espero que con esta entrada y la magia de los trackback, Google se apiade de Onir y le devuelva los resultados de búsqueda y las notificaciones que le pertenecen, por muy .NETero que sea 😛 .

Duros de mollera

Siempre he escuchado que a las personas mayores les cuesta mucho más asimilar las innovaciones, tanto sociales como tecnológicas que se incorporan año tras año en comparación con los jóvenes, sin embargo, parece que eso de tener una mente abierta está más asociado al tipo de persona que a una edad concreta.

No dejo de encontrarme gente joven con estudios y avispados que son reacios a adoptar otros enfoques con respecto a ciertos temas, se cierran y prefieren no escuchar para, supongo, su comodidad, la que le reporta el no tener que pensar en algo o reestructurar aquello que tenía por cierto e inamovible.

Incapaces de suponer algo como cierto para sopesarlo porque a simple vista no puede ser posible y porque la mayoría de gente dicta lo contrario. El ejercicio de la indagación y el esclarecimiento se deja a un lado como si fuese una pérdida de tiempo y, aun así, creen ser críticos.

Muchas veces también son incapaces de ver más allá de lo socialmente aceptado o se utilizan estereotipos llenos de prejuicios de las más dispares índoles, encasillando a gente junto a sus acciones sin fijarse en los detalles.

En fin, que las personas obstinadas no son lo mío.

Mi hermana quiere un americano

Viene insistiéndome con que le consiga uno desde hace ya algún tiempo y, ahora que se acerca su cumpleaños, su insistencia se ha intensificado.

Intento explicarle que no es algo que se pueda comprar así por las buenas, que en muchos lugares es ilegal el solo hecho de que te vean con él, pero parece que a ella le da igual, le hace mucha ilusión.

Incluso intento razonarlo con ella preguntándole para qué quiere uno, que seguro que le va a dar un uso ilícito y seguramente seré yo el que salga mal parado, fijo que con moratones, pero no hay forma de que entre en razón.

Al final, por curiosidad, miramos por Internet a ver si vendían y a qué precio, y la verdad es que no salen caros y garantizan unos buenos resultados pero, definitivamente, son ilegales y considerados como arma blanca en España.

Así que voy a ver si se conforma con un martillo al estilo Old Boy en vez del puño americano al estilo Hit Girl.

Spoiler Man

Imaginaros que vais al cine a ver una película un día en el que la cartelera no está muy espléndida y os decantáis por la menos mala. Pasas dentro del cine con cierto tiempo de antelación y te diriges a la sala correspondiente pero, antes de entrar pues aun están los títulos de crédito del pase anterior, decides ir al baño a hacer aguas menores para que no te sorprendan en mitad de la trama de la película.

Así que ahí vas, entras a los baños más cercanos, abres la bragueta y te pones a evacuar mirando la pared. De pronto, entran un par de individuos con la misma intención de evacuar pero, a diferencia de ti, estos ya vienen de ver la misma película que tú tienes intención de ver y lo averiguas porque se ponen a comentarla a pleno pulmón, tanto que dudas que les queden fuerzas para orinar.

En esa pequeña fracción de tiempo de vaciado de tu vejiga, te da tiempo a escuchar una pequeña sinopsis (incluyendo final, por supuesto), quién muere, quién se queda con la chica y demás spoilers.

Tras tu resignación, en tu mente una de tus neuronas (la que se encarga de decirte cuándo estás malgastando tu tiempo o tu dinero) te comenta que, si ya era mala la película que ibas a ver, ahora, conociendo todos los detalles, va a ser una cosa infumable de 7€.

Por lo tanto decides que no quieres pasar las dos siguientes horas de tu vida en una sala oscura viendo como se cumple cada uno de los spoilers comentados. Por lo tanto, dictaminas que lo mejor es salir de allí y, mientras lo haces, te encuentras de nuevo a esas personas comentando entre risas que, posiblemente, habían cometido pecado de spoiler sobre un inocente en los baños.

A mi todavía no me ha ocurrido, pero lo he visto y, aunque no es lo peor que te puede pasar en los baños de un multicine, no mola nada. Seguramente la persona que vi sufrir tal trauma haya dejado de ir o al cine o al baño…

Castillo de naipes

A veces, una pequeña frase o un pequeño gesto da pie a que, en nuestro interior, se empiece a construir un gigantesco castillo de naipes lleno de maquinaciones infundadas. Todo ello no hace más que llevarte a los malentendidos y, a partir de ahí, las cosas sí se ponen serias sino se aclaran rápidamente.

Dependiendo de la persona, ese castillo se vendrá a bajo con un poco de raciocinio pero en otras, en cambio, los naipes estarán unidos con pegamento y hará falta algo más persuasivo que argumentos simplemente razonables.

Por ejemplo, la mala interpretación de un gesto facial de una persona A puede llevar a una persona B a creer que es despreciada y esto, a su vez, hará que el resto de acciones de la persona A esté condicionado a entrar en la misma categoría de «sentirse despreciado» de la persona B. Pero ¿realmente era un gesto de desprecio?

Lo más curioso a mi parecer es el crecimiento de esa fortaleza en el sujeto, el cómo se unen los pequeños detalles para formar una realidad distorsionada pero completamente defendible por aquella persona que la siente en su interior.

Pararse a pensar objetivamente, preguntar a terceras personas y ser claro consigo mismo y con los demás, quizás sean buenos ingredientes para que ese castillo de naipes no acabe siendo una muralla más ante los demás.

Otros temas relacionados a tratar podrían ser la falta de confianza en si mismo, la dependencia de la opinión de los demás y el miedo al rechazo social, pero igual esto se hace muy rollo para el mes de agosto.

La razón

Desde el trono de aquel que poseía la verdad, desplegaba sus hirientes palabras sobre los demás, desahogando aquellas otras penas cargadas de ira que no encontraban ninguna otra salida.

La soberbia emanaba de sus labios y nadie podía hacerle frente, pues era seguro que él poseía la razón, todo el mundo era consciente de ello. Pero no era justo ni equilibrado, pues aun estando en pleno derecho de poder reclamar su verdad como la única, ello no le daba ningún privilegio sobre los demás para hundirlos bajo su negra amargura.

Ausente se encontraba su humildad en aquellas intrincadas palabras que llenaban con gran sonoridad la estancia, como si todo fuese una excusa para dar rienda suelta a la violencia que, en otras circunstancias, hubiese estado fuera de lugar y le hubiesen hecho bajar del trono que tan orgulloso proclamaba como propio.

Blanco nuclear

Es una regla básica que, cuanto más blanca y delicada es una prenda, mayor es su probabilidad de sufrir infortunios. Lo mismo pasa con esa tostada de mantequilla que vigilamos con exceso y que terminará cayendo al suelo, sobra decir que boca abajo.

Como si cuanto más queremos proteger algo, con mayor facilidad se es dañado precisamente por esa sobreprotección o por simple ironía de la vida.

Llegados a este punto quizás alguien pueda pensar en relaciones personales que se ven afectadas por esta misma ley, pero yo sólo hablo de camisas de esas que se pone uno para vestir el torso.

Para mi desgracia, sólo necesito ponerme una camisa en concreto para atraer todas las manchas estúpidas y reincidentes, como la que deja la pasta de dientes tras caer espumosa y rebelde desde mi propia boca o el fragmento imperceptible de chocolate que cae de un galleta y que se esparce como si te hubieses bañado en barro.

Lo peor es que, cuanto más miedo le coges a interactuar con algo, más torpe te vuelves en ello, por lo que la hora de la comida puede llegar a parecer la operación quirúrgica de un ojo por cómo coges los cubiertos.

Arreglando cosas

El mejor caso de todos es cuando un aparato deja de funcionar y tiene los días contados para acabar en la basura. Entonces lo coges, lo desmontas e intentas arreglarlo tranquilamente. Si lo arreglas quedarás sobradamente satisfecho y si no lo consigues, no pasa nada, iba a acabar en la basura de todas formas.

Pero qué pasa cuando el aparato medio-funciona, es decir, tiene un funcionamiento no óptimo o mermado. Si optas por ponerle remedio y meter tus manazas en las tripas del objeto en sí, te arriesgas a que deje de funcionar para toda la vida.

Algo de eso me pasó con mi equipo de música, el mismo que utilizo para escuchar todo aquello que sale de la tarjeta de sonido del ordenador. A modo de SGAE atrapó tres cd’s en su bandeja y no había forma de que los soltase. Para mi suerte eran copias de los originales, de lo contrario me hubiese dado un telele, para que después digan…

El equipo de música funcionaba perfectamente salvo por los cd’s que apenas usaba, pero aun así decidí meter mis manazas y desmontarlo completamente.



Le cambié una goma del motor (me costó 60 céntimo, un robo) que se había hecho trizas y tras medio-montarlo de nuevo (montaje en el que casi me secciono el dedo) lo probé de nuevo y vi que no funcionaba. En ese instante me acorde de la máxima en informática:

Si funciona no lo toques.

Menos mal que al montarlo completamente volvió a la vida (algo que mi hermana pequeña predijo), incluido el cargador de cd’s. Parece ser que necesitaba hacer contacto con la chapa metálica para trabajar correctamente.

También me acordé del día anterior, que había estado intentando crimpar un cable de red que funcionaba de casualidad y que quería que funcionase como debía y no porque quisiese. Casi dejo sin Internet a mi hermana pequeña (me hubiese matado) por culpa de la castaña de crimpadora de hace 10 años o los conectores RJ-45 de los chinos (vaya usted a saber).

Predicar con el ejemplo

Las situaciones contradictorias me resultan chirriantes y son fruto, sobretodo, de personas que no son consecuentes. No me parece mal que alguien diga lo que supone que es correcto hacer y después haga todo lo contrario bajo un «Por que me da la gana», pues es obvio que cada persona tiene su propia escala de valores, en el que algunas veces puede predominar la autocomplacencia por encima de lo correcto (que esto daría para otro post). Lo que me resulta chirriante es la persona que interpone excusas para justificarse.

Podemos encontrarnos, por ejemplo, con alguien que apoya la homeopatía, los remedios naturales y que cree que los alimentos de hoy en día no hacen más que enfermarnos para beneficio de las farmaceuticas, pero es incapaz de dejar de hincharse a fumar bajo la excusa de «Peores cosas tomamos sin saberlo en los alimentos» y poniendo en duda que el tabaco sea causante de diversos cánceres.

También podemos conocer gente que te cuenta desde su sofá, con el porro en la mano, que la maría le ayuda a relajarse y facilitarle el estudio, pero se queda justo en la fase que viene antes de la de abrir el libro.

Pero, sin duda, el género de individuos más chirriante es aquel que critica, humilla e infravalora desde su posición ego-elevada a otros, sin darse cuenta de que ellos mismos son iguales, peores o, simplemente, de vidas totalmente diferentes. Lo que me recuerda el siguiente dicho popular:

Ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio.

Lo divertido de esto es que la primera parte de este post me podría agregar al grupo de los del refrán.