Vas tan alegre por la calle, temprano como todos los días, pero ese día llueve un poco, lo suficientemente poco como para no necesitar paraguas. Todo parece ir normal hasta que, de pronto, pisas una baldosa que se hunde de un lado y del otro sale una catarata de agua que sumerge tu pie desde arriba a abajo.
Estas baldosas trampa son muy difíciles de identificar y siempre saltan cuando estás llegado a tu destino para romper de golpe tu ilusión de llegar sano y seco. También suele coincidir con mayor probabilidad cuando llevas calzado que deja calar el agua.
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