Entre el sábado y el domingo pasados, un poco antes de las dos de la mañana, cuando me proponía irme a dormir, al apagar las luces vi un resplandor sobre el suelo de mi habitación que provenía de la calle.
Pensé que aquella luz era la bombilla encendida que había dejado algún vecino olvidadizo en la terraza de enfrente, pero era demasiado luminosa. Miré por el balcón y vi que era la luna, blanca y resplandeciente.
Así que cogí mi cámara, le monté el multiplicador 2x junto con el objetivo de 200mm, me apalanqué lo mejor que pude para mantener el pulso y lancé unas cuantas fotos en el agradable helor de la noche.
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