Por la tarde, nada más llegar a casa, sonó el teléfono. Al responder, una señorita se presentó fugazmente y me informó que estaba haciendo una encuesta para determinar, en resumidas cuentas, la felicidad reinante en la ciudad. El diálogo fue algo así:
– ¿Le podría realizar algunas preguntas para llevar a cabo la encuesta?
– La verdad es que ahora mismo me encuentro ocupado.
– Bueno, dígame si le puedo llamar más tarde, estamos hasta las 9 de la noche.
En ese momento pienso «Mierda, si le digo que llame más tarde, realmente va a llamar más tarde». Así que puse en práctica un método (que aun tendré que pulir) que vi en una serie:
– Pues va a ser que no, mejor me deja su teléfono y ya la llamo yo cuando pueda.
– Muy bien, buenas tardes – me contesta rápidamente, tras lo cual colgó.
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